Sobreviviendo al colapso climático: zonas de sacrificio y capitalismo de plataforma – Jorge Tadeo

Después del estallido de la burbuja del Internet que se dio a principios de siglo y que se llevó consigo a cientos de empresas que se compraron el espejismo de un capitalismo no regulado, donde ellos ponían las reglas para tratar con los consumidores, siendo el primer aviso de que al capitalismo tardío estaba llegando su fin, algunas empresas con la suficiente fuerza como para mantenerse, fueron las que comenzaron, no solo a regular el funcionamiento del capitalismo que comenzó a conocerse como de plataforma y que básicamente es que por medio de una serie de algoritmos e investigación a los usuarios, pusieron las nuevas reglas de las formas de hacer negocios. Fue todo un éxito, tomando incluso el control en la Davos Class y Wall Street.

Este capitalismo de plataforma ha tenido tanto éxito (aunque algunos economistas más ortodoxos lo nieguen) que ha transformado el mundo en que nos movemos. Desde los sistemas básicos que se necesitan para el funcionamiento de una ciudad, como son el de salud, educación, políticas públicas, en fin, toda la administración pública hasta la forma en que nos relacionamos.

La mayor parte del día a día está influenciada por este modelo que rompe con la antigua idea de que la riqueza se concentra en las manos de los dueños de los medios de producción, para darle paso a una nueva idea donde los más ricos del mundo en su mayoría (con muy pocas excepciones) son dueños de la información sobre nosotrxs, de algoritmos que controlan nuestras vidas, que hacer, que comprar, como relacionarnos.

La mecánica que usan para mantener este control es simple. Años de adoctrinamiento por parte del sistema de clases y el modelo de producción-consumo nos han convertido en una sociedad predecible, influenciable por la publicidad, fácil de moldear; así estas empresas crean servicios para el consumo que son intangibles, a los que solo tenemos acceso vía Internet, los cuales no son nuestros, aunque se sigue aplicando el sentido de propiedad mediante las cuotas mensuales a estos servicios. Con esto y mediante el uso de la Inteligencia Artificial entrenan algoritmos que predicen nuestro comportamiento, los correlacionan con información estadística, geográfica, histórica y generan modelo de comportamiento y consumo para usarlos como herramientas de control y manipulación.

A veinte años del rompimiento de la burbuja del puntocom como fue llamada en su momento, un puñado de empresas (Google, Amazon, Netflix, Uber…) han registrado la conducta de miles de millones de personas en todo el mundo, con el resultado que todxs conocemos. Los hombres más ricos del mundo no son dueños de los medios de producción, pero si controlan todo lo que consumimos.

El capitalismo de plataforma se ha posicionado como la entrada a esta mutación del capitalismo tardío, en un nuevo feudalismo, donde la globalización económica toma otros matices mucho más cercanos a los inicios de la revolución industrial y el fin de los feudos que los previstos por las Instituciones Financieras Internacionales a inicios de siglo, los cuales cada día se desdibujan más en la influencia real que tienen sobre los países, sus gobiernos y las conductas del sistema de clases. Los nuevos dueños del poder socio-económico son Jeff Bezos, Elon Musk, Mark Zuckerbeg, millonarios que no cumplen con el estándar que dicta el capitalismo tradicional, que no son dueños de ningún medio de producción, pero que sin embargo controlan la mayoría de lo que pasa en el mundo.

Autores como Nick Srnicker en su libro “Economía: capitalismo de plataforma” (Caja Negra, 2018) o Tim Wu en “Adicción: comerciantes de atención” (Capitan Swing, 2020) van deshojando como funciona este nuevo feudalismo y el control de la sociedad, por medio de las plataformas. Se ha escrito mucho al respecto por lo que yo quiero desenredar un poco (si es que no lo enredo más según sea el caso) es el impacto real que tiene en la naturaleza esta nueva forma de hacer negocios y su contribución a la crisis climática y al colapso socio-ecológico.

Más allá de las contradicciones que se puedan señalar al hacer esta crítica al capitalismo de plataforma, es importante dejar claro que “Otro Internet es Posible” y que cuando se dice esto, se habla específicamente al impacto ecológico que está generando el uso e intercambio de datos por esta vía. Tomando en cuenta que esto no sucede justo en este momento en una sociedad regida por el capitalismo y el libre mercado.

En datos duros el capitalismo de plataforma en el intercambio de datos vía Internet es el responsable de alrededor del treinta por ciento de las emisiones de CO2, siendo las mal llamadas redes sociales y las plataformas de streaming (audio y video), además de las aplicaciones de ventas por Internet las que más contribuyen a este porcentaje de CO2 y otros Gases de Efecto Invernadero emitidos a la atmósfera. Con estos datos uno pensaría que esto tendría que ser un eje primordial de las acciones por la justicia climática que llevan las ONGs –principalmente- aquellas transnacionales o intentos de redes a nivel global y/o regional, además de un punto de acuerdo en las Conferencias de las Partes sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, mejor conocidas como las “COPs”, sin embargo, las discusiones y las acciones se mantienen solo en las emisiones que arrojan los medios de producción, sin tocar o tocando muy poco el capitalismo de plataforma, ni siquiera esa parte que le toca a algunas corporaciones como Amazon, Mercado Libre que tan solo en la distribución de la mercancía contribuyen con un mayor porcentaje de emisiones.

Poner al capitalismo de plataforma en el lugar que le corresponde, es importante para ir buscando las posibles medidas de adaptación al colapso socio-ecológico que ya estamos viviendo y a esa mutación del capitalismo tardío en un nuevo feudalismo.

Es importante puntualizar que aunque el capitalismo de plataforma es el que más ganancias genera, al ser una sociedad que vive más allá de la intangibilidad que nos da esta mutación capitalista, aun se sigue explotando la naturaleza para que los medios de producción puedan seguir dando lo que necesitamos para sobrevivir como sociedad de consumo, para que el modelo siga funcionando, así es como siguen devastando ecosistemas y vulnerando más comunidades para que muchos sigan gozando de sus privilegios a costa del deterioro de la salud ambiental y humana de una parte de la población que vive entre la frontera de las injusticias socio-ambientales. Fronteras que reciben el nombre de zonas o regiones de sacrificio, que son quienes realmente absorben los costos para que el capitalismo de plataforma y toda esa rebeldía enlatada que nos venden pueda existir.

En Elisyum (2013) Neil Bloomkamp deja claro que futuro que nos espera, donde gran parte de la población,  nos toca ser los que estamos frente a los medios de producción, en la línea para que una minoría tenga los lujos que necesitan, mientras la salud ambiental y humana de los que viven en las zonas de sacrificio se va deteriorando, mientras los privilegiados que viven en Elisyum junto a sus sirvientes se mantienen dentro del sistema de clases, del modelo de producción-consumo, son los feudos los que mandan, sin que haya nadie que pueda hacerles frente.

Zona de sacrificio es un término que acuño en 1975, la investigadora Helen Huntigton Smith para definir las regiones mineras de Estados Unidos completamente abandonadas por el Estado y donde las empresas mantenían un poder y un control que fue acabando con los ecosistemas y con la salud de los pobladores, una zona de este tipo se define por lo que aporta para el desarrollo capitalista, en cuanto a la falta de justicia socio-ambiental, el racismo ambiental, el deterioro de la salud y la economía, donde las corporaciones transnacionales principalmente son las beneficiadas directas de estos impactos. Es por eso que debemos de tenerlas muy bien definidas para entender cuál es el verdadero impacto del modelo de producción-consumo. Son justo las regiones más afectadas por el sistema. Un ejemplo muy claro a nivel global es la región que comprende al Valle del Mezquital en los Estados de Hidalgo y de México, donde la industria y los propios gobiernos han puesto en jaque la salud de las poblaciones cercanas, acabando por completo con los ecosistemas, también las zonas de extracción del litio en países como Chile, Argentina y Bolivia son ejemplo de lo que es una zona de sacrificio.

Bloomkamp muestra en Elisyum estas divisiones cada vez más claras, las fronteras invisibles que se forman entre la división de clases que cada día está más diluida, pero a la vez más definida entre los ricos, los aspiracionistas y la clase trabajadora que pone el cuerpo día a día como medio de supervivencia fortaleciendo con esto al sistema. Ya en “District 9” venía mostrando esta segregación, esta forma de dividir desde la obsolescencia percibida, desde el racismo, el ambiental incluido. Que esto se muestre en las historias que escribe este director sudafricano, no es porque tenga una claridad de lo que se viene para el futuro, no, lo hace porque es capaz de retratar la realidad que vivimos actualmente, este colapso socio-ecológico. de una forma muy clara y concisa.

Las zonas de sacrificio son una realidad, una espantosa realidad que les toca vivir a muchos, donde las emergencias socio-ecológicas están a la orden del día. El futuro no es prometedor, menos si vemos que desde los gobiernos, desde el capitalismo de plataforma lo que se está promoviendo son los “Green New Deal”que no es más que un nuevo colonialismo, una nueva forma de feudalismo, que incluso muchos activistas, investigadores tanto en el Norte como en el Sur Global se lo compran como la única salida a la crisis climática, obviando que estos no son más que precursores de un mayor daño ecosistémico, de más y mayores regiones de sacrificio. El apoyo que reciben de intelectuales como Noam Chomsky, Naomi Klein o de políticos progres como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio Cortez es claro que existe un doble discurso de aquellos que resisten desde el privilegio.

Estamos en un momento histórico, un colapso socio-ecológico que no se había vivido en otro momento de la humanidad, nunca habíamos logrado una devastación de la naturaleza de forma global. La mutación de este capitalismo tardío con sus plataformas intangibles y son zonas de destrucción socio-ambiental son algo sin precedentes y de cierta forma este capitalismo de plataforma ha paralizado muchas resistencias reales, las ha convertido en algo que no llega a la raíz del problema. Los que resisten desde las zonas de sacrificio, desde la defensa del territorio se topan con el capitalismo usando un viejo mantra de la izquierda: “por todos los medios necesarios” con lo que son criminalizados, violentados, encarcelados, desaparecidos, asesinados.

La crisis climática es una realidad que día a día nos explota en la cara y de la cual estamos pagando las consecuencias mientras le pedimos a “Alexa” que nos ponga la canción de protesta de moda o que transmita en nuestra pantalla de cincuenta y dos pulgadas, la nueva película de denuncia social en Amazon Prime o un documental que nos “abra los ojos” ante la realidad que viven muchas personas en el mundo o como las redes sociales tratan de controlarnos mientras criticamos en ahí mismo cualquier esfuerzo real de resistencia, porque lo de hoy es polarizar simplemente por hacerlo.

Mayo 2022

Ankh-Morpork

*Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de X, mientras construye su propia caja de herramientas para la supervivencia.

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